jueves, 31 de marzo de 2016

El arte como producto de algo.



La imágen muestra una instalación en un país Europeo (de la vanguardia artística contemporánea). De la que observamos no su calidad sino el mensaje implícito.
Ya el otro día veía un documental que legitimizaba la provocación sin límites en el arte como algo valioso, con lo que incluyen toda expresión dentro de el concepto de arte con lo que incluso se podría llegar a incluir bajo esos parámetros a delincuentes como artístas, y perfectamente alguien en ese irreverente estado mental podría decir, por qué no? o quíen dice que no?... bla, bla bla.... El tema es que ya hay una ampliación desvirtuosa del concepto de lo artístico. Hace unos meses ví una publicación sobre el resultado de un estudio que demostraba que el arte rupestre, esos dibujos que nos parecen como primitivos o mamarrachos incluso medio infantiles, tenían una correspondencia a las proporciones y anatomía real de lo ilustrado muy superior a la capacidad de los artístas modernos. Se dice que fue lo que sintió Picasso cuando vió este tipo de arte en una cueva y exclamó "Después de Altamira, todo parece decadente"... La foto muestra una instalación de vanguardia artística en la que se pueden ver dos mundos contrastados, ya no dos lenguajes ni tendencias, sino dos mundos, dos cosmovisiones, dos consciencias radicalmente opuestas. Una tomada de ese horror al detalle contemporáneo, esa simpleza infantil, ese atrevimiento de lo absurdo que desafía la comprensión del sentido común en pos de exclamar que sólo los superiores lo entienden; enmarcado en un arte antiguo, de tiempos en que la belleza, la perdurabilidad, la estabilidad, el detalle, la proporción eran factores de cuidado y estudio en una profundidad perdida ya a estas alturas del desparpajo artístico. Válido o no, más o menos podemos dejarlo para otro instante. Ahora planteo qué causa este diferencia, lo que nos impide ver en la profundidad en que veía el artista rupestre que tanto tiempo miramos en menos, pero que en dos trazos reproducía con exactitud lo que veía, o esa profudidad de estudio y resultado griego, frente al arte moderno que reclama por su derecho a ser absurdo, amparado en que si no lo entiendes no tienes la altura. Pero qué diferencia estructural hay en la mente del que organiza ese tipo de arte, entre ese hombre prehistórico del arte rupestre, o el hombre de la grecia clásica, o renacentista, y el hombre actual que generan un producto tan diferente. Es preocupante, porque el hombre de hoy se diferencia en mucho a todos los anteriores, su menosprecio por la belleza, el elitismo y clasismo con que la casta artística se ha adueñado de el concepto arte, el desprecio por el estudio y las profundidades del conocimiento para conocer la proporción, la armonía en busca de un producto que toque el alma humana para enaltecerlo y en cambio volcarse por el simple provocar, sin importar e incluso buscando si se hace daño o se revuelve el estómago de quien vive su producto. Es preocupante ese cambio, esa diferencia que hay en el hombre que ha olvidado el valor de la virtud, de la elevación del alma humana. Qué puede ser eso y qué significa, qué es este hombre moderno, qué diferencia hay en su alma y en su forma de ver el mundo y qué implicancias tiene en el mundo? Sólo demosle una vuelta y cuál es nuestra posición, y en nuestra propia silla, qué actitud tomamos, queremos elevar el alma de quienes nos rodean o que en cambio aprendan a ver lo admirable que somos, esperando esa expresión espontánea y despreocupada nuestra con agradecimiento y hasta adoración, haciéndo lo que se nos chiste simplemente por que así somos, sin interés en ese antiguo código o reglas de la búsqueda del bien y la virtud, dejando el individualismo y empezar a dar progagonismo también a la familia, la comunidad, etc. Cómo se hace una mejor sociedad? Y al modo griego, respóndase usted mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario